Artemio Rulán

Artemio, despacito, garrapatea gaviotas en las hojas y posa hormiguitas blancas en el cenicero. Se ha desorientado. Esta noche se ha desorientado una vez más. Le digo, viejo, vuelve. Pero se me queda absorto mirando las rendijas de la noche, buscando la luna, mirándose en los charcos, jugando con los perros, repitiendo esos rituales inclementes que le pasaron sus mayores en los genes. Cierta nostalgia que le queda entre los dedos al batir el aire y evocar el movimiento del cabello en una nuca.
Artemio se persigna cada vez que sale del portal. Mira la calle, esta catedral inmensa, llena de misterio, donde le rodean ángeles y flores, donde los autos le pasan tan rápido, pobrecito, tan desorientado y bueno Rulán, esas ganas continuas, incesantes, de llorar o de tomar trenes, de beberse todos los posos y aplaudir en todas las conversaciones. Ganas de tanto de todo y de tanto de nada. Ese empeño vigente de bajarse en todos los andenes, de agitar pañuelos y convocar todos los versos. Esa manía tan perenne de Artemio Rulán de vencerse de poesía sin escribir ni una línea.
Artemio camina desorientado barrio arriba, sin dejar de pensar en aquella línea que narraba la luz derramándose en una mesa, y empapando, en un remedo de eternidad, los lápices y los vasos, y suspira bajito, bajito y hondo suspira el buen Artemio, batiendo el aire con las manos, llenas de luz sus muñecas, evocando el aroma de tu cabello en la nuca.

[La ñoaranza de Artemio Rulán  fue publicado por la editorial Puntos Suspensivos en el año 2007
Los gorriones de Artemio Rulán serán publicados por Eola Ediciones en el 2017]